El éxito del mutualismo establecido entre nuestra especie y los lactobacilos vaginales es tan notable que se pueden detectar fácilmente los mecanismos que usa cada uno de los socios para su mantenimiento y los beneficios derivados del mismo. Así, nuestro organismo promueve la colonización al inicio de la pubertad mediante la producción de un exudado ácido, rico en nutrientes, mientras que los lactobacilos protegen la mucosa mediante la formación de una biopelícula y la secreción de compuestos antimicrobianos. Esto probablemente permitió maximizar el éxito reproductivo mediante la adaptación de los nacimientos a las condiciones cambiantes del ambiente y consolidó los lazos familiares.
Igualmente, ha hecho asumible el riesgo de fiebre puerperal, consecuencia del aumento del cerebro y la adquisición de las facultades superiores que nos individualizan como especie. Por ello, la disbiosis vaginal tiene, habitualmente, consecuencias patológicas como la vaginosis bacteriana y la candidiasis, y predispone para el establecimiento de microorganismos productores de infecciones de transmisión sexual.
La vaginosis bacteriana queda definida como una situación clínica común de etiología desconocida, caracterizada por una alteración de la microbiota vaginal (también conocida como disbiosis), en la cual se produce un reemplazo de la población predominantemente bacilar por una microbiota mixta, fundamentalmente anaeróbica y aeróbica facultativa. No se trata pues de una vaginitis, puesto que no se hallan signos o síntomas de un típico proceso inflamatorio.
Es la causa más prevalente de flujo vaginal aumentado y de mal olor del mismo, aunque los datos de prevalencia de la vaginosis bacteriana reflejan disparidad en relación a la definición utilizada en los estudios, y a la raza de las mujeres, de tal modo que en las caucasianas se obtendrían rangos de 5-15%, mientras en las mujeres de raza negra oscilaría entre el 45 y el 55%.
Sin que se haya podido evidenciar una clara relación causal, se han determinado una serie de factores asociados a mayor o menor prevalencia de vaginosis bacteriana, factores relacionados con la actividad sexual, hábitos higiénicos, métodos anticonceptivos, factores socioculturales y factores inmunológicos del huésped.
Cuando se dispone de microscopio, el diagnóstico de la VB se basa en la presencia de al menos 3 de los criterios de Amsel y la tinción de Gram. Si no se dispone de microscopio, la exploración, el pH y el test de aminas pueden ser suficientes para el diagnóstico, y en caso contrario se debe recurrir a una prueba molecular. El cultivo no es útil para el diagnóstico de la VB.
Las técnicas moleculares están permitiendo caracterizar la composición de los patrones de microbiota de mujeres sanas para poder compararlos con los de mujeres con condiciones patológicas ginecológicas y obstétricas. Un número emergente de estudios informa de la presencia de patrones de microbiota no dominados por Lactobacillus, que potencialmente corresponden a la llamada VB asintomática. Otra cuestión es si las bacterias asociadas a VB son realmente patógenas y con capacidad de producir enfermedades, o bien si, en la mujer afectada, se desencadenan cambios en el ecosistema vaginal que promueven respuestas en la microbiota vaginal que desencadenan a su vez procesos infecciosos.
En relación con la predisposición para las ITS, se sugiere que diferentes tipos de microbiota pueden conducir a diversos grados de predisposición, ya que la presencia de ITS puede relacionarse tanto con estados saludables como de disbiosis, siendo mayor la predisposición si hay disbiosis.
La relación de la VB con resultados perinatales desfavorables (pudiendo influenciar los resultados de las técnicas de reproducción asistida) es materia de estudio, aunque hasta ahora no hay recomendaciones específicas para el cribado en la embarazada.
La influencia de la VB en la sexualidad y la calidad de vida no ha sido considerada de manera adecuada, habiéndose detectado que puede afectar negativamente a las relaciones sociales, personales y/o laborales.
Las pautas de tratamientos antibióticos quedan consensuadas y se hace especial hincapié en los tratamientos no antibióticos, sobre todo en el abordaje de las recurrencias.
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