Las mujeres embarazadas representan un grupo excepcionalmente vulnerable en cualquier brote de enfermedades infecciosas debido a su fisiología alterada, susceptibilidad a infecciones y funciones mecánicas e inmunológicas comprometidas.
La necesidad de salvaguardar al feto se suma al desafío de controlar su salud. Se requieren precauciones especiales para minimizar la infección cruzada de los proveedores de atención médica mientras se realizan procedimientos que requieren contacto físico cercano y promueven la exposición a las gotas, como el parto vaginal.
Gran parte del tratamiento obstétrico se basa en el consenso y las recomendaciones de mejores prácticas, ya que los datos de eficacia clínica con respecto a la terapia antiviral y el uso de corticosteroides están evolucionando.
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