No hace falta irse para no estar. Hay muchas maneras de no presentarse en la vida de alguien. Debemos plantearnos aquello de dejar de buscar excusas para quedarnos y decir adiós o dejar ir.
Pero un ADIÓS de esos que se visten con tilde y mayúsculas, y así se cierran todos los huecos por los que se pudiera volver a entrar. A cal y canto.
O sea, que igual, en vez de dejar ir lo que debemos aprender es a marcharnos nosotros cuando vivimos una situación que nos desgasta y no tiene solución. Cuando eres capaz de desligarte de algo que te ha aprisionado durante mucho tiempo consigues aclarar tu mente y deshacerte de las ausencias que no comprendías y mantenían tu vida pendiente de un hilo.
Crecer es aprender a decir adiós. Conseguir decir adiós, o dejar ir a quien nunca ha estado, significa no retroceder, separar lo que nos enriquece de lo que nos desgasta, cuidar nuestra propia valía y dejar de arrastrarnos suplicando migajas de un amor que solo existe en nuestra mente.
Cuando no hay reciprocidad, o la balanza se inclina hacia el dolor, la relación pierde todo sentido y, por lo tanto, lo único que se consigue es que agonicemos a la espera del sello que finiquite el final que estaba entretejiendo sus hilos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario