La incontinencia urinaria es un problema que afecta al ser humano en las primeras etapas de su vida y en las últimas, especialmente entre las mujeres, como muestra que a partir de los 65 años hasta un 40 por ciento sufra escapes incontrolados de orina causados por el síndrome de vejiga hiperactiva.
La función de orinar es espontánea en el ser humano durante sus primeras etapas de la vida, al igual que en el resto de animales, si bien luego se inicia un proceso adaptativo y educativo que la corrige. La sociedad nos educa a orinar en el lugar y el momento adecuados. Sin embargo, con el envejecimiento todo ese aprendizaje se deteriora, lo que justifica que la prevalencia de la incontinencia urinaria sea tan alta a partir de los 65 años. El problema es que junto al envejecimiento hay otros factores desencadenantes de este problema. De hecho, el diagnóstico del síndrome de vejiga hiperactiva se lleva a cabo por exclusión, cuando no hay ninguna causa conocida que provoque los escapes de orina, o mediante pruebas urodinámicas.
Hasta ahora, el principal tratamiento de esta patología es conservador e incluye un cambio en los estilos de vida, como el abandono de los productos irritantes como el café o el alcohol, o la práctica de ejercicio físico y una reeducación de la vejiga, mediante ejercicios de suelo pélvico, o tratando de retener o aguantar las ganas cada vez que viene el deseo. Si este abordaje conservador no hace efecto se recurre al tratamiento farmacológico, en el que en los últimos años se han producido importantes avances gracias a la aparición de un nuevo medicamento que evita los efectos secundarios que causan los actuales.
Hasta ahora, lo habitual era recurrir a medicamentos antimuscarínicos que, aunque eran eficaces, presentaban algunas contraindicaciones o incompatibilidades y causaban algunos efectos secundarios, como sequedad de la boca o estreñimiento, lo que hacía que muchos pacientes abandonaran el tratamiento. Sin embargo, este nuevo tratamiento, llamado Mirabegron y desarrollada por Astellas Pharma, utiliza un mecanismo de acción diferente a los utilizados en los últimos 30 años que tiene eficacia similar a los fármacos anteriores pero con la gran ventaja de que los efectos adversos son escasos. Esto va a permitir que estos pacientes que no puedan tomar antimuscarínicos puedan ser tratados y, además, evitará que los pacientes no sufran los efectos secundarios de otros tratamientos.
La mejora terapéutica también puede ser beneficiosa para combatir el estigma social que rodea a esta enfermedad. La incontinencia está mal vista, y esto repercute en la calidad de vida y conduce al aislamiento social. Uno de los problemas que tienen estos pacientes es que, como tienen que orinar con mucha frecuencia, mapean la zona para saber donde hay un baño, y muchos no viajan por el temor de no saber qué hacer si suben a un avión. No mata a nadie pero condiciona enormemente la calidad de vida.
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