miércoles, 17 de noviembre de 2021


Ese momento en el que la naturaleza sigue imponiendo inexorablemente sus reglas. Ese momento del que todo el mundo se permite opinar como el mayor de los expertos (deberían hacerte…, por qué no te han hecho…). Ese momento que cuando se complica se hace eterno para la mujer, y no solo para ella, también para las personas que están atendiendo el parto, ya que en pocos segundos tienen que tomar decisiones transcendentales que pueden afectar de forma radical y permanente nada menos que a la vida de dos personas, la madre y su hijo. 

Pues ese momento tan señalado e importante, poco ha cambiado a lo largo de los tiempos, en cómo se produce y en cómo se atiende.

Ese momento, que alguna corriente malintencionada encuentra para buscarle las vueltas a indefensos profesionales, que con la única intencionalidad de ayudar y hacer el bien, pueden ser acusados incluso de maltratadores, debido a la tendenciosamente denominada “violencia obstétrica”, un desafortunado término que se pretende incluir como una forma más de violencia de género dentro de las futuras modificaciones de la ley orgánica 2/2010 de 3 de marzo. 

Dicha terminología ya ha sido abiertamente rechazada recientemente por la Asamblea de la SEGO. De forma similar se ha pronunciado el Consejo General de Colegios de Médicos.

No debemos confundir lo que es una praxis inadecuada, con unas expectativas de parto no cumplidas.

El “pulcherrinum instrumentorum” como denominaba Roederer al fórceps de Levret, ha tenido a lo largo de los siglos sus épocas doradas y sus épocas de indiferencia y abandono, debido también como ahora ocurre, a envidias y competencias desleales, a prejuicios religiosos, a perversas ambiciones económicas de unos y de otros, y en estos tiempos nuestros, a una Medicina defensiva y coartadora, que ha conducido a una imperdonable e irrecuperable decadencia en la enseñanza de la instrumentación para el parto, y maltratado también por una prensa sensacionalista, injusta y frívola, muy poco científica, pero que cala profundamente en la atemorizada mentalidad de la sociedad que vivimos, sin tener en cuenta las miles de vidas de hijos y madres que se han salvado gracias al fórceps a lo largo de los siglos.

Un instrumento del que paradójicamente se ha llegado a decir que es el que más vidas ha salvado en la historia de la humanidad. 

Mi intención con esta obra ha sido mantenerlo vivo, que no caiga en el olvido y motivar a las nuevas generaciones a pensar, a imaginar nuevos métodos más inofensivos, para ayudar a las valientes madres que se decidieron a tener su bebé mediante la extravagancia de un parto por vía natural. 

En palabras de Zaeherl, que comparto en su totalidad, "la Obstetricia verdadera es un arte, y como éste es difícil, es más fácil realizar una cesárea que lograr ser un buen obstetra”.

No hay comentarios: