El conocimiento de la anatomía de la pelvis es esencial para comprender el POP. El suelo pélvico ha ido evolucionando en los primates, particularmente en los seres humanos, que como bípedos, pasan la mayor parte de sus horas de vigilia en la posición vertical. Como su nombre sugiere, el suelo de la pelvis es el límite más bajo en el que descansan todos los contenidos de la esfera abdomino-pélvica, que funciona al unísono, como un todo.
El suelo pélvico se compone de un cabestrillo de varios grupos musculares (m.elevadores), ligamentos y fascia endopélvica, conectados en el perímetro ovoide a la pelvis ósea de 360°. El soporte muscular de la pelvis proviene del diafragma pélvico. El diafragma pélvico se compone de un grupo de músculos emparejados que incluyen los músculos elevador del ano y el coccígeo.
El músculo elevador del ano se compone de los músculos puborectal, pubococcígeo y ileococcígeo. Estos músculos tienen su origen en la rama isquiopúbica a cada lado de la línea media en el nivel del arcus tendineus. Las fibras musculares del elevador del ano pasan lateralmente a la vagina y al recto, creando una banda que rodea el hiato genital. Cuando una mujer contrae el elevador del ano, el diafragma pélvico proporciona un estante horizontal donde se encuentran las vísceras pélvicas y cierra el hiato genital.
Cuando los ligamentos y los músculos del suelo pélvico que mantienen el útero, la vejiga y uretra y el recto en la pelvis están dañados, el cuello uterino y el útero no son mantenidos en su posición anatómica y descienden hacia la vagina o incluso al exterior de la misma, por acción de la fuerza de la gravedad. A menudo, el prolapso uterino se asocia con pérdida de soporte de las paredes vaginales (cistocele, rectocele).
El deterioro de la musculatura pélvico-peritoneal, especialmente después del embarazo y el parto, preocupa mucho a la medicina, que intenta desde hace años poner remedio a esta patología tan diversa y a la vez tan común y desconocida. Las mujeres sienten vergüenza y miedo. Dejan a un lado actividades cotidianas como ir al cine o al gimnasio, salir a cenar con amigos o pasear por un parque. Para la mayoría de médicos y pacientes, los problemas del suelo pélvico, constituyen un tema tabú, que evitan comentar a toda costa. Un drama interior que sufre una de cada tres mujeres y que esconden a la sociedad, ya que piensan que suponen el primer paso hacia el envejecimiento, aparentemente para ellas sin motivo y contra lo que nada pueden hacer.
Para muchos expertos se ha convertido en una epidemia silenciosa que afecta a la calidad de vida de las pacientes. No es cierto que el problema sólo afecte a las mujeres en edad avanzada y menopáusicas. También se da en mujeres jóvenes, quienes muchas veces lo esconden del resto. Muchos síntomas se han atribuido al prolapso aunque ninguno de ellos es específico, excepto la visión o el sentimiento de una protuberancia vaginal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario