


El músculo elevador del ano se compone de los músculos puborectal, pubococcígeo y ileococcígeo. Estos músculos tienen su origen en la rama isquiopúbica a cada lado de la línea media en el nivel del arcus tendineus. Las fibras musculares del elevador del ano pasan lateralmente a la vagina y al recto, creando una banda que rodea el hiato genital. Cuando una mujer contrae el elevador del ano, el diafragma pélvico proporciona un estante horizontal donde se encuentran las vísceras pélvicas y cierra el hiato genital.
Cuando los ligamentos y los músculos del suelo pélvico que mantienen el útero, la vejiga y uretra y el recto en la pelvis están dañados, el cuello uterino y el útero no son mantenidos en su posición anatómica y descienden hacia la vagina o incluso al exterior de la misma, por acción de la fuerza de la gravedad. A menudo, el prolapso uterino se asocia con pérdida de soporte de las paredes vaginales (cistocele, rectocele).
El deterioro de la musculatura pélvico-peritoneal, especialmente después del embarazo y el parto, preocupa mucho a la medicina, que intenta desde hace años poner remedio a esta patología tan diversa y a la vez tan común y desconocida. Las mujeres sienten vergüenza y miedo. Dejan a un lado actividades cotidianas como ir al cine o al gimnasio, salir a cenar con amigos o pasear por un parque. Para la mayoría de médicos y pacientes, los problemas del suelo pélvico, constituyen un tema tabú, que evitan comentar a toda costa. Un drama interior que sufre una de cada tres mujeres y que esconden a la sociedad, ya que piensan que suponen el primer paso hacia el envejecimiento, aparentemente para ellas sin motivo y contra lo que nada pueden hacer.
Para muchos expertos se ha convertido en una epidemia silenciosa que afecta a la calidad de vida de las pacientes. No es cierto que el problema sólo afecte a las mujeres en edad avanzada y menopáusicas. También se da en mujeres jóvenes, quienes muchas veces lo esconden del resto. Muchos síntomas se han atribuido al prolapso aunque ninguno de ellos es específico, excepto la visión o el sentimiento de una protuberancia vaginal.
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