La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja consumir 600 gramos diarios de frutas y hortalizas puesto que, según el Grupo de Revisión, Estudio y Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (GREP-AEDN), este consumo se relaciona con un menor riesgo de padecer enfermedades crónicas como trastornos cardiovasculares o cáncer.
Las temperaturas elevadas y la insolación, típicas del verano, propician la pérdida de agua del organismo. A pesar de que la mejor manera de evitar la deshidratación es beber suficiente agua, los alimentos ricos en agua pueden contribuir a ello. Además, el contenido de estas hortalizas es muy bajo en grasas y sodio.
En concreto, el tomate cuenta con entre un 90 y 95 por ciento de agua y destaca por su contenido en beta-carotenos --compuestos que en el organismo se transforman en vitamina A-- así como ser fuente de vitamina C. También contiene licopeno, un carotenoide sin actividad provitamínica A, que presenta un alto poder antioxidante.
El pepino, otra de las hortalizas características de los meses calurosos, cuenta con un aporte calórico mínimo gracias a su 96 por ciento de agua. Además, contiene pequeñas cantidades de diversas vitaminas y minerales así como compuestos flavonoides y taninos, sustancias con un potencial preventivo frente a la oxidación celular.
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