viernes, 5 de mayo de 2017

EL PUNTO G NO EXISTE. MUÑECA DE SILICONA

Un ingeniero español ha inventado una muñeca de silicona (el nombre es Samantha), un robot para relaciones sexuales con el punto G, así que quien lo compre tendrá la ilusión de hacer que se sienta (el robot habla) un orgasmo por manipulación del punto G (falso).

Claramente, es sólo un negocio (cuesta miles de euros), ya que en la realidad no existe el punto G como tal: utilizan este término para promocionarse y para despertar la curiosidad. Todos los sexólogos saben que el punto G no existe, pero hablar de ello todavía es noticia. En la revista Neurociencia y Psicología de octubre, el año 2016, se comenta que se trata de una "Región interna de tejidos hipersensibles que corresponde a los bulbos vestibulares". Estas afirmaciones no tienen ninguna base científica ni anatomopatológica ni neurológica.

¿Quién inventó el punto G en 1981? (una enfermera y dos psicólogos), pero  inadecuadamente se ha utilizado el nombre de Grafenberg para dar la impresión de que sus estudios tenían una base científica, pero en ningún libro especializado en la anatomía humana se describe. No sólo eso, no hay figuras anatómicas o ecografías del punto G y las glándulas uretrales como tales, no pueden desencadenar un orgasmo.


El punto G se ha convertido en el centro de un negocio multimillonario: todas las mujeres deben saber cuando lo solicitan, que su expansión quirúrgica propuesta por algunos ginecólogos es una intervención inútil e ineficaz con intereses únicamente económicos.

El nombre del punto G de Grafenberg no debe ser utilizado por los sexólogos, los ginecólogos, los medios de comunicación y por las mujeres de todo el mundo que, al fin, sean capaces de sentirse libres porque ya no tienen que "buscar" dicho punto y si no lo encuentran no ser consideradas como anormales, puesto que realmente no tienen el inexistente punto G.

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